Es 11 de septiembre y, con permiso de la Diada, este día encierra una de las efemérides más importantes de la historia. Hoy se cumplen 16 años de los ataques de aquel martes en la ciudad de Nueva York. Así como 16 años del estreno de la épica de Jack Bauer (Sutherland). Por aquel entonces, asistíamos a cómo la Administración Bush declaraba la Guerra contra el Terror coronando a Seguridad como la reina occidental. Una soberana que, obsesionada con la supervivencia y la protección del modelo democrático, iba a resultar paradójicamente implacable contra este último, con especial inquina contra la Igualdad, los Derechos y Libertades. Baste como ejemplo, la guerra de Afganistán o Irak, la USA PATRIOT Act o Guantánamo.
Este es sólo el comienzo de la importancia de la ficción en el mundo Post 11S. Porque, desde comienzos del siglo pasado, se conoce bien la importancia de los medios de comunicación de masas en, como afirma la Teoría del Cultivo, plantar en nuestras cabezas ideas que, como si de una semilla se tratara, van a enraizándose gradualmente. Los estudios en este campo evolucionan constantemente intentando seguirle el paso a las sociedades y a las Nuevas Tecnologías y esta teoría se ha quedado atrás. Pero, pese a las diferencias y discusiones, si hay algo de consenso en este campo es que los medios, queramos o no, nos influyen. Y, cuando hablamos de medios, no hablamos sólo de noticiarios o tertulias, también lo hacemos de ficción.
Y Seguridad lo sabía muy bien. Sabía que para que la población permitiera algo con tan alto coste humano y material como una guerra, aprobara algo que golpeara directamente al país de las libertades como es la ley Patriota o Guantánamo debía justificarse primero. Y lo iba a hacer amplificando esa sensación de vulnerabilidad en el corazón de los estadounidenses a través del miedo. Miedo a perder la autoridad mundial. Miedo a otro ataque. Miedo al diferente. Miedo al otro.
Obviamente las noticias o los discursos políticos iban a ser fundamentales para testimoniar la cruzada de Seguridad, pero la reina sabía que el campo del entretenimiento era tanto o más importante que el resto. Porque en ese momento en el que uno llega de estudiar o trabajar y se tumba en el sofá sin ganas de más que de evadirse. En ese espacio en el que dejamos atrás la realidad, es cuando Seguridad se iba a preocupar de que estuviera más presente que nunca. Y a este respecto, seguramente una de las obras supremas de Seguridad iba a ser justamente la serie que hoy nos ocupa: 24 (Fox, 2001-2010).
Poster de 24 © Fox
De esta forma, el primer atentado narrado en riguroso directo a escala mundial impacta directamente en el imaginario estadounidense. Un acontecimiento que gana aún más espectacularidad con esos siniestros planos grabados por los viandantes que, entre tembleques y gritos, tanto recordaban al metraje encontrado.
Un género, el found footage, que, por cierto, iba a vivir un repunte en este nuevo milenio con películas como Monstruoso (Cloverfield, Matt Reeves, 2008) o la saga Paranormal Activity a la cabeza. No es de extrañar, ya que la caída de las Torres Gemelas evocan casi automáticamente tantas secuencias catastrofistas que la ficción estadounidense había contado una y otra vez: El coloso en llamas (The Towering Inferno, John Guillermin, 1974), Independence Day (Roland Emmerich, 1996), Mars Attacks! (Tim Burton, 1996), Twister (Jan de Bont, 1996), Volcano (Mick Jackson 1997), Deep Impact (Mimi Leder, 1998), Godzilla (Roland Emmerich, 1998)... Plano a plano, película a película nuestro imaginario había (re)imaginado esas grandes metrópolis ardiendo hasta los cimientos. Y el 11S hacía bueno el dicho de la realidad supera la ficción.
24 © Fox
De Jack Bauer a Eric Carter
La historia de Jack Bauer (Kiefer Sutherland) es la de un agente de la Unidad Anti Terrorista (Counter Terrorist Unit, a partir de aquí, CTU) capaz de todo por salvar a Estados Unidos de un ataque perpetrado por un otro. Su primer episodio se emite precisamente en septiembre de 2001 y, aunque su producción está pensada antes de los atentados, contiene todos los ingredientes para ser la abanderada de Seguridad durante la primera década de siglo. Especialmente, a partir de una segunda entrega y en plena contienda de la Guerra contra el Terror, las amenazas van a ser cada vez mayores y el enemigo, interior y exterior, comienza a conectar con la actualidad estadounidense.
Uno de los aspectos más importantes de esta serie deriva de una revulsiva narrativa que apuesta por una trama relatada a tiempo real. 24 capítulos, 24 horas. Todo un día en la vida del protagonista que, como él mismo advertía al inicio de cada episodio: "I'm the federal agent Jack Bauer, and today is the longest day of my life"*. De hecho, incluso los anuncios tenían su importancia en una serie en la que cada minuto de publicidad suponía un minuto que perdido para salvar a los EE.UU. Y es que esta transgresión narrativa pone el foco en algo fundamental en esta era Post 11S: el tic tal del reloj. Así, José Carrión (2011:20)** explica cómo esta estrategia está muy ligada al 11S:
"El modo en el que la CNN cubrió el ataque contra las Torres, con su combinación de imágenes registradas por profesionales con otras de factura amateur, tiene en 24 una presencia fantasmática a través de los movimientos de cámara y la alternancia de filmación directa con planos de cámaras de seguridad e imágenes satelitales. La lectura que proponía la teleficción fusionaba la pantalla del telediario con la pantalla del ordenador, en un ritmo de visión dominado por la cuenta atrás. Porque la aceleración de la historia contemporánea ha sido paralela a la aceleración de su lectura. 24 no es, desde un punto de vista artístico, una de las mejores teleseries; pero posiblemente sea la que mejor le tomó el pulso a la primera década del siglo XXI".
En resumen, el reloj lo va a ser todo en 24 que juega como nadie con el escenario de la bomba de relojería, ese caso hipotético en el que sugiere que una persona puede detener un ataque y salvar vidas mediante la información obtenida por el uso de la fuerza. ¿Es algo ético o reprobable? Este dilema moral es justamente el hilo conductor de una serie que obliga a Jack Bauer a saltarse las reglas, incluyendo asesinato o tortura, continuamente.
Un planteamiento que, lejos de tener un enfoque imparcial, coloca al espectador contra la espada y la pared. Pues el seguidor de la serie conoce a Bauer. Sabe que es un hombre íntegro, un patriota que sólo se preocupa por la seguridad de los suyos. Sabe que no disfruta utilizando la violencia, todo lo contrario, lo va a llevar sobre los hombros con gran pesar. Sabe que si tortura es su última opción. Así, Stacy Takacs (2012: 93)** afirma:
"The audience is never in any doubt as to Bauer’s willingness to use such means. Thus, it occurs almost casually, located typically on either side of an episode’s midpoint. The regularization of torture not only helps normalize it; it engages the audience in such a way as to make them virtually cry out for more torture since it is torture that elicits the information necessary to send Jack off in a new direction. [...] The second way in which 24 gets viewers to buy in to the use of torture, even desire its use, is by constructing its romantic hero as an ideology-free purist –a man dedicated to preserving moral order, not any particular social order".
Torturas en 24 a un lado y otro del tablero. © Fox
Todo un juego que se complementa con el miedo al otro, al diferente. A ese enemigo exterior que se mueve entre las sombras y que quiere (y puede) atacar casi con impunidad en territorio estadounidense. Un enemigo al que sólo puede frenar ese adalid capaz de saltarse las normas y actuar con destreza y rapidez para solventar lo que ese gigante altamente burocratizado no puede evitar.
En definitiva, Jack Bauer representa una salida al descontento de la sociedad estadounidense hacia unas instituciones incapaces de detener los atentados del 11S. De esta forma, el protagonista se convierte en el paradigma de líder de este nuevo siglo que bebe de esa hibridación de géneros tan presente en la actual época de esplendor de la televisión. Y así, se mezcla ese héroe del western con ese anti-héroe noir.
O, lo que es lo mismo, un hombre maduro, independiente, inteligente y fuerte. Un hombre que camina en solitario hastiado e incapaz de mantener unas relaciones personales que se ven golpeadas continuamente por sus actividades. Y, con ello, un hombre que arrastra una pesada mochila de culpabilidad que lo arrastra en una espiral de violencia y necesidad de redención. Pero, sobre todo, un hombre con una moral tan gris que le permite realizar todo tipo de actos en nombre de un bien mayor, sea lo que sea lo esto último significa. En definitiva, un adalid gris para una época gris.
Aquí, Jack Bauer haciendo calceta © Fox
De hecho, este ambiente post-bélico resucita con 24: Live Another Day (Fox, 2014), donde un fugitivo Bauer viaja a Londres para detener una conspiración que mezcla las tensiones entre los EE.UU., China y el mundo árabe. Una crónica en la que, un ‑paulatinamente más‑ solitario Bauer debe descubrir capa a capa, enemigo tras enemigo, una conspiración en la que se implican agentes cada vez más oscuros y poderosos. Una historia en la que nada es lo que parece que bebe de las tensiones internacionales para volver a colocar a Seguridad en el centro de la trama. Una trama que tiene sitio también para pegarle su tirón de orejas particular al hacktivismo, en general, y a la gente de un ficticio WikiLeaks, en particular.
Y es que la última década vuelve a recrudecer los ecos de la Guerra contra el
Terror en base al impacto de los movimientos del Estado Islámico y el recrudecimiento de las tensiones con los ataques terroristas o la Guerra Civil Siria. Un tablero lleno de
minas para la geopolítica internacional que va a tener respuesta de Fox. Y, en pleno arranque de la era Trump, se da el pistoletazo de salida a las aventuras de un joven apóstol de Bauer. Una
nueva trama localizada en Washington, D.C. tres años después de los hechos acaecidos en 24: Live Another Day.
Posters promocionales de las diferentes vidas de 24 © Fox
Una nueva narración con un nuevo elenco interracial encabezado por Carter, un militar afroamericano que ‑a duras penas‑ intenta llevar una vida familiar y alejada de la violencia tras regresar de Afganistán, donde lideró una misión para terminar con la vida del terrorista Sheik Ibrahim Bin-Khalid. Sin embargo, seis meses después, va a ser esencial para detener una gran amenaza terrorista en suelo estadounidense, eso sí y al más puro estilo Bauer, de forma no oficial.
Una misión que se hará con la ayuda de Rebecca Ingram (Miranda Otto) que acaba de abandonar la dirección de la CTU para apoyar a su esposo en su carrera a la Casa Blanca. Retomando aquella innovadora ‑y visionaria‑ apuesta por un candidato afroamericano de la primera temporada, Legacy coloca a un aspirante hispano: el senador John Donovan (Jimmy Smits). La triada de un afroamericano, un hispano y una mujer en el centro de la trama no transforma, sin embargo, la oda a la Seguridad, aunque Derechos y Libertades sean víctimas colaterales de la encrucijada.
Vamos a terminar con un poco de humor de la mano de Last Week Tonight con el gran John Oliver hablando de la tortura en los EE.UU. De cómo el gobierno estadounidense llegó a reconocer el uso de esta práctica en los interrogatorios durante la Guerra contra el Terror. Práctica que el 49% de la población justifica su uso y el 57% considera que es útil para prevenir ataques terroristas. Una idea falsa que está alimentada por series como 24, en la que se coloca como fundamental para avanzar en la trama. Os lo explica mucho mejor y de forma más aguda John Oliver, así que os dejamos con él. Eso sí, en inglés sin subtítulos (lo sentimos).
Timothy G. Hill (artículo, 2009): "Terror, Torture, and 24: Does Jack Bauer. Raise Your Personal "Threat Level"?". Disponible en: http://collegepark.doane.edu/sites/default/files/media/DOCUMENTS/PDFs/24%20Study.pdf