Las comunidades pesqueras se han engalanado con motivo de su festividad patronal el pasado 16 de julio y marineros, rederas, mariscadoras, empacadoras, neskatillas y otros colectivos vinculados al mar reciben su consecuente homenaje. Un homenaje en el que, año tras año, están ganando presencia las mujeres y que responde a los muchos esfuerzos que han realizado para visibilizar las aportaciones femeninas en estos entornos. Años de implicación en los procesos de organización y formación de oficios tradicionalmente feminizados, como la elaboración y reparación de redes, el abastecimiento y gestión de los barcos o la extracción ‑y cultivo‑ de almejas y otros bivalvos en los arenales, por citar algunos. Tareas hasta hace poco invisibilizadas pero que son imprescindibles para la supervivencia de las comunidades costeras.
A este respecto, son muy explicativas las palabras de una mariscadora a pie con la que hablé durante la tesis y que es una de las impulsoras de los cambios experimentados en el mundo del mar. Una mujer que, como muchas otras, ha tenido los pies en el agua desde su más tierna infancia, y en las que la salitre ha moldeado un carácter marcado por la fuerza y el sacrificio. Dice así: "Cando falas de coller ameixas revalorizas o traballo das mulleres de Combarro, Aldán, Vigo, Noia e das mulleres de mar de todos lados" ["Cuando hablas de coger almejas revalorizas el trabajo de las mujeres de Combarro, Aldán, Vigo, Noia y de las mujeres del mar de todos lados"]. A lo que añade:
"É increíble que expliques como ti vives a playa, o que ti viches facer a túa nai e a túa abuela, preservar e coidar, que lle contes as tradicións dos nosos avós, dos nosos pais, das nosas nais e a xente te preste atención. Que a xente diga: xa nunca direi que as ameixas son caras, porque vendo todo o traballo que hai detrás..." ["Es increíble que expliques como vives la playa, lo que tú viste hacer a tu madre y a tu abuela, preservar y cuidar, que le cuentes las tradiciones de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestras madres y que la gente te preste atención. Que la gente diga: ya nunca diré que las almejas son caras, porque viendo todo el trabajo que hay detrás..."].
Preservar y cuidar... Dos acciones fundamentales en nuestras sociedades y que nunca aparecen en los libros de historia. Esta ausencia no es casual, es una exclusión impulsada por lógicas de dominación patriarcales y capitalistas que solo ponen en valor lo que ocurre en los mercados. En el caso de las comunidades pesqueras esto se refleja en la exaltación del heroísmo de lo que ocurre en el mar y en la naturalización de los trabajos de las mujeres como ayuda altruista a la supervivencia familiar ‑y comunitaria‑ que deviene de unas sociedades que, como afirma Dolores Juliano (2017: 103):
"Han derivado las tareas de supervivencia y los trabajos de cuidado a las mujeres. Madres, hermanas y esposas dedicaban y dedican gran parte de su tiempo a lograr que el mundo funcione".
No se trata de un vínculo esencialista, sino de una construcción social que, recogiendo de nuevo las palabras de Juliano, hay que aprovechar para generar "modelos alternativos basados en la convivencia, el apoyo y el cuidado mutuos" (op. cit.: 107). En este sentido, las mujeres del mar han conseguido cuestionar el modelo androcéntrico de las comunidades pesqueras abogando por estos principios. De esta manera, nos enseñan que existen otras formas de hacer vinculadas a los valores de la sostenibilidad de la vida en consonancia con los cuidados hacia las y los demás y hacia el propio entorno.
El diálogo entre la interseccionalidad, la economía feminista y la participación y el desarrollo comunitario ofrecen un marco teórico muy sugerente para acercarnos a las experiencias de las mujeres del mar. Imagen elaborada por Delicia Aguado Peláez.
Profundizando en esta idea, muchas mujeres del mar se han incorporado a los procesos de dignificación de sus oficios para conseguir el reconocimiento institucional y social correspondiente. Han sido años de triples jornadas, cansancio, decepciones, lágrimas y conflictos, pero también de ilusión, solidaridad, sororidad, autoestima... y, en definitiva, de logros materiales y simbólicos. La Federación de las Trabajadoras del Mar de Euskadi, la Federación de Redeiras Artesás O Peirao, las agrupaciones de mariscadoras de las diferentes Cofradías, el número creciente de patronas mayores, las experiencias de organización en las que están inmersas distintos colectivos del Cantábrico, Andalucía y el Levante y, a nivel estatal, la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (ANMUPESCA) son reflejo del incremento progresivo en presencia y voz en las esferas de poder.
Con ello, también están transformando estas esferas hacia lógicas de cuidado, empatía, escucha y respeto que superan los patrones dominantes de la noción androcéntrica de ciudadanía. Valores que se encaminen hacia la búsqueda de la sostenibilidad ‑y de una supervivencia cada vez más difícil en entornos hostiles‑ de sus vidas, de sus comunidades y sus entornos. Son las cuidadanas del mar.
* Se profundiza en la temática de esta entrada en el artículo "Mirando al mar desde los feminismos. Comunidad y supervivencia en torno a las trabajadoras de la pesca", publicado en 2017 por Prisma Social. Se puede consultar en el siguiente enlace: