Como gallega, pensaba que sabía mucho sobre la emigración, como si las vivencias se pudieran transmitir en el ADN de un pueblo e interiorizarse a través de las historias de otras personas. En mi caso, tampoco tan lejanas: mi padre, un riojano asentado en Vigo. Pero tengo que reconocer que nunca profundizamos en los sentimientos hacia su tierra, como si al haber tomado su decisión de quedarse ya se hubieran resuelto todas las tensiones emocionales ‑y...¿para qué engañarnos? La interiorización de la masculinidad tradicional tampoco ayudaban a expresarlas...‑.
El otro día entendí que no era tan sencillo. Para quienes me leéis quizás es más obvio, pero yo había descarnado las experiencias de emigración. Cuando hablo con amigas y compañeras de otras procedencias me olvido de que para ellas no basta con coger un tren 11 horas por unos 40 € ‑¿y todo lo que me quejo?‑ para poder ver a la familia y respirar los aires de la tierra. Se me olvida que el proceso también va acompañado de sentimientos de desgarro, contradicción e, incluso, redefinición.
Fue el 23 de noviembre cuando durante la ponencia "Mujer inmigrante en Bizkaia. Una mirada interseccional", impartida por Carla Gómez, de la asociación Mujeres con Voz, se me encendió la bombilla de la empatía. Nos proyectó el tráiler del documental "En Tránsito", de Óscar Tejedor, donde se narran las historias de madres que han salido de sus países de origen. Y me dolió cuando explicó como muchas mujeres migrantes ven cuestionada su maternidad y su capacidad de sacrificio por autóctonas que han delegado en ellas la crianza bajo la sentencia: "Yo no sería capaz de irme"... ‑¿y qué sabes tú?‑.
Tráiler del documental "En tránsito" de Óscar Tejedor
En ese momento me di cuenta de lo fácil que me había resultado simplificar las realidades de las mujeres y los hombres de otras procedencias. Solo centrándome en aquello que veo y no en todas esas vivencias encarnadas; pasadas, presentes y futuras; positivas, negativas y regulares. Y siempre diversas y complejas. Así que, siendo el Día de las Personas Migrantes, quizás haya llegado ya el momento de callarme. Y que hable alguna de las protagonistas.
Esmerarda Montero, investigadora de Comunicación Audiovisual de la UPV/EHU, nos ha regalado el poema "Entre dos aguas" que, con gran sensibilidad, nos explica toda esa vorágine de situaciones y emociones. Podéis disfrutar de otras creaciones y publicaciones en su página de Facebook en el siguiente enlace:
👉 https://www.facebook.com/esmeralda.montero.3939.
¡Gracias amiga y compañera!
"Entre dos aguas"
El mar caribe se me hizo lejano, el acento desconocido, mi realidad se dividió en dos entre las ansias por seguir adelante y la añoranza del regreso, mi piel negra se hizo más notoria entre la multitud, ¡cuántas veces explique lo que es ser mestizo!
Encontré otros amores y otros desafectos a la vez que me desdibujaba una y otra vez a mí misma entre nuevas costumbres y códigos.
Descubrí que desde aquí, América Latina solo es sur, pues somos “todos lo mismo” da igual el centro, el caribe o el norte, integrarse o morir de ostracismo, mientras me desintegro a mí misma, mientras hago lo necesario para que cada pedazo encaje.
El tiempo me dividió la patria en dos, con sus luces y sus sombras, el amor por el suelo que piso es inevitable, a pesar de mi origen que se hizo mochila, pues me persiguen los “pecados” y estereotipos de toda mi raza.
Se desconcilian en mí el antes y el ahora, me crecen los sobrinos en las distancia, se reproducen las arrugas de mis seres amados sin que sea testigo, los años avanzan sin piedad y la distancia se hace costumbre tolerable, más siempre dolorosa.
Descubrí que el mundo aunque ancho es pequeño, que las fronteras van conmigo, y a pesar de ello no puedo evitar amar el suelo que piso, aunque me sepa extranjera por siempre, aunque deba seguir surfeando entre la condescendencia, aunque me siga fragmentando día a día en busca de un centro propio, en busca de mi voz, en busca
de mí.